
El fin del poder
Naím menciona el pasaje del poder monopólico a un poder disgregado; este fin del poder lo relaciona con tres revoluciones: la revolución del más, la revolución de la movilidad y la revolución de la mentalidad. Explica cómo, con el aumento de la población que tiene acceso a más recursos de todo tipo surgen los procesos migratorios campo-ciudad y entre países. Las poblaciones se mueven y llevan consigo sus costumbres, adoptan las nuevas y transmiten ambas. Esto da lugar a la expansión del impacto cognitivo e incluso emocional del hecho de tener más acceso a los recursos y la capacidad de moverse, aprender, conectarse y comunicarse en un ámbito mayor, es así como las diferencias generacionales de mentalidad y visión del mundo van surgiendo con cambios en el nivel de conformidad hacia la autoridad. Esta nueva visión sobre el poder lleva a las personas a increpar, cuestionar y exigir.
Esta propuesta de disgregación, segmentación y cambio del poder, el autor relata, habilita la visualización de los cambios que la sociedad contemporánea pretende alcanzar como posibles. Simultáneamente, los retos que ese poder fragmentado supone también se convierten en cuestiones a considerar.
Naím también señala una serie de consecuencias positivas para el fin del poder. Toma el ejemplo del fin de las dictaduras, reafirmando que cada vez más países se han vuelto soberanos y/o democráticos. Esto es, según las palabras del autor, debido al hecho de que la diseminación del poder hace ingobernable lo que antes era fácilmente controlable. Sin embargo, resalta también la posibilidad de que estas democracias en las que el poder se ha pulverizado pueden asimismo dar pie a la parálisis, la polarización: democracias que se vuelven “vetocracias”.
Finalmente, el autor nos hace reflexionar acerca de cómo la humanidad dejó hace tiempo de innovar en la manera en que se gobierna. Desde el siglo XVIII, hemos dejado de lado la obligación de encontrar nuevas y mejores maneras de incluir las necesidades y hasta los deseos de todos en el acto de gobernar. Es por eso que afirma que en un mundo donde el poder en todas las áreas tiende a desaparecer, no nos queda otra opción más que encontrar un orden a este nuevo poder diseminado. El futuro está en manos de los más jóvenes, quienes tendrán que encontrar la manera de transformar este ímpetu de libertad, su reciente y notable adquisición de poder, en una nueva vía de gobierno, en un nuevo y mejor ejercicio del poder que no incluya un rechazo inútil de las instituciones.
“Empujada por los cambios en la manera de adquirir, usar y retener el poder, la humanidad debe encontrar, y encontrará, nuevas formas para gobernarse”