La relación actual del ser humano con la Inteligencia Artificial

La noción de que las máquinas aprendan a pensar por sí mismas ha sido el anhelo de científicos y programadores desde el nacimiento de los sistemas computarizados. Pero, partiendo del concepto de lo que significa realmente la Inteligencia Artificial surgen varias preguntas. ¿Es realmente posible lograr que una máquina “piense” y reaccione de la misma manera en que lo hacemos los seres humanos? Y, de ser esto así, ¿cuáles son los beneficios y los riesgos de otorgarle a un dispositivo que interactúa con nosotros la capacidad de operar de manera autónoma?

El concepto de Inteligencia Artificial fue concebido en una conferencia llevada a cabo en la Universidad de Dartmouth en 1956, la cual fue presidida por John McCarthy y Marvin Minski. Allí se determinó que la Inteligencia Artificial era un objetivo alcanzable y se dio comienzo a la investigación académica para poder pasar del concepto a la realidad. A partir de entonces, la posibilidad de conseguir que las máquinas alcancen un grado de “inteligencia” humana se convirtió en la meta de buena parte de científicos y matemáticos de todo el mundo. Autores visionarios como Philip K. Dick, Isaac Asimov o Arthur C. Clarke (entre muchos otros) comenzaron a imaginar un mundo donde el ser humano co-existe con máquinas dotadas con la facultad de igualar o incluso sobrepasar la capacidad intelectual del hombre.

Gracias al enfoque de la industria cinematográfica, cuando la mayoría de las personas piensa en Inteligencia Artificial se imagina un mundo en el que robots de apariencia humanoide conviven con la especie humana, la mayoría de las veces con resultados catastróficos. Por supuesto que ésta se trata de una manera de interpretar el concepto que resulta mucho más entretenida que, por ejemplo, el de vislumbrar una sociedad que interactúa pacíficamente con dispositivos electrónicos de uso cotidiano. Si bien el concepto de Inteligencia Artificial no es nuevo, es a partir del segundo milenio que progresivamente hemos comenzado a adoptarlo como una realidad cotidiana.

En principio, los fundamentos sobre la idea de Inteligencia Artificial ahondan mucho más en cuestiones profundamente filosóficas que el de meras aplicaciones automatizadas. Para empezar, tenemos que tener en cuenta que una de las metas más importantes para el ser humano es la de tener hijos para poder gratificarnos con ver nuestra propia inteligencia y emociones reflejados en ellos. El anhelo moderno es el de otorgarles a las máquinas nuestras mismas capacidades, aunque más no sea para simplemente demostrarnos a nosotros mismos que podemos hacerlo. Sin embargo, es indudable que esta realización posee aspectos de gran utilidad en nuestras vidas.

Actualmente, existe un gran número de tareas que se están complementando exitosamente con procesos automatizados cada vez más complejos y eficientes. Cada proceso gobernado por la Inteligencia Artificial es incorporado de una manera tan natural y espontánea en la era moderna que rápidamente pierde la condición de ser un sistema “inteligente”. Su presencia es omnipresente tanto dentro de una cámara de seguridad y en un traductor en tiempo real, pasando por los ultra-veloces algoritmos que realizan operaciones en Wall Street, hasta llegar a un vehículo autónomo o un dron de vigilancia programado para detectar intrusos humanos.

Es necesario diferenciar el concepto de “inteligencia” al de una simple programación. Lograr que una máquina posea la capacidad cognitiva del ser humano es una meta que probablemente lleve tanto décadas como siglos alcanzar. Inclusive existe la posibilidad de que sea imposible de llevar a cabo. Un coche automatizado puede maniobrar gracias a estar equipado con cámaras y sensores, ¿pero puede asimilar los innumerables e impredecibles acontecimientos que ocurren en una ruta o calle como lo hace un ser humano?

Hasta ahora, ninguna computadora ha podido pasar con éxito el antiguo Test de Turing, el cual está diseñado para que una persona (llamada juez) identifique si las respuestas de la máquina provienen de un ser humano o de ella misma. En cuanto a la capacidad lógica de la Inteligencia Artificial, hemos podido presenciar algunos avances al respecto: en 1997 el maestro del ajedrez Gary Kasparov fue vencido por el sistema Deep Blue de IBM y, veinte años más tarde, el campeón chino de “Go”, Ke Jie, también cayó derrotado por Alpha Go de Google.

Comenzando esta nueva década del segundo milenio, podemos apreciar la utilización de la Inteligencia Artificial para complementar un gran número de actividades:

  • Reconocimiento facial y de voz.
  • Prevención de ciberataques.
  • Incremento de la eficiencia en la agricultura.
  • Misiones militares no tripuladas.
  • Predicción de desastres naturales.
  • Transporte autónomo de productos y pasajeros.
  • Diagnóstico de enfermedades.
  • Análisis de mercado y Trading de Alta Frecuencia.
  • Solución de problemas científicos y matemáticos.
  • Optimización de energía en proyectos industriales.
  • Traducciones en tiempo real.
  • Mantenimiento de sistemas de comunicaciones.
  • Asistencia para la tercera edad.
  • Vigilancia pública y privada mediante el uso de drones.
  • Misiones de rescate de alto riesgo.
  • Simulación de entrenamiento militar, médico y aeroespacial.
  • Verificación del distanciamiento social en países en cuarentena.

Salvo en aquellos casos que demandan el uso de un excesivo poder para recopilar y analizar datos, sería más correcto referirse a la Inteligencia Artificial como “programación inteligente”. Sucede que, en el común de los casos, el concepto se acerca más a simplemente programar máquinas y dispositivos con una serie de facultades que emulan ciertos aspectos de nuestra propia inteligencia. En este sentido se están logrando grandes avances sobre viejas técnicas como el Aprendizaje Profundo, es decir modelos de redes neuronales que se asemejan a las que funcionan en el cerebro humano.

En el aspecto práctico, esta actividad tiene como interés principal el automatizar procesos que facilitan la realización de tareas en nuestra vida diaria. El manejo de enormes bloques de datos (Big Data), sumado al concepto delineado en la Ley de Moore (cada dos años se duplica la cantidad de transistores en los sistemas integrados) le otorgan al campo dedicado a la Inteligencia Artificial las herramientas para volverse más robusto año tras año.

Si en el futuro las máquinas fueran capaces de realizar absolutamente todas las tareas que actualmente ocupan los seres humanos no existirían parámetros que justifiquen el poder adquisitivo de cada individuo ya que nadie trabajaría. El nivel económico de cada país ya no estaría determinado por su capacidad productiva sino simple y exclusivamente por su capacidad tecnológica. Decisiones relacionadas con la diplomacia internacional dejarían de tomarse bajo el amparo ético de los seres humanos, ya que éstas serían ejecutadas por la fría y calculadora eficiencia de un sistema computarizado. Y, sobre todo, hay que tener en cuenta el impacto económico que el reemplazo de mano de obra humana a gran escala tendría en un planeta en constante crecimiento demográfico.

Quizás el futuro apocalíptico que históricamente ha descripto tanto el cine como la literatura con respecto a la Inteligencia Artificial sea infundado. Quizás no. En todo caso, no sería correcto demonizar a la tecnología automatizada en sí misma, sino tomar las precauciones necesarias para que sus metas se lleven a cabo teniendo en cuenta nuestros propios intereses. Las máquinas deben ser herramientas funcionales a nosotros con el menor poder de decisión posible… y a lo mejor hasta sería apropiado no otorgarles demasiada inteligencia.

Es decir, ¿qué sucedería si a una máquina se le diera la orden y el poder para acabar con las guerras, el hambre o el calentamiento global? ¿Acaso ésta no determinaría que la manera más lógica y eficiente para lograr estos objetivos sea la erradicación total de la especie humana?

Según los científicos actuales, recién se están comenzando a dar los primeros pasos para lograr uno de los anhelos más grandes del ser humano: dotar a las máquinas con la capacidad de pensar por sí mismas. La cuestión a plantearnos es si mediante la creación de sistemas súper-inteligentes no estaremos generando las bases de un problema innecesario y potencialmente letal para nosotros mismos. Quizás lo mejor que podemos hacer en esta fase inicial sea comenzar a tomar los recaudos necesarios para que el progreso tecnológico sea exclusivamente funcional a nuestro bienestar y objetivos como especie. Todavía estamos a tiempo.

El texto anterior representa mis ideas y opiniones inspiradas en: Harvard University: The History of Artificial Intelligence. (http://sitn.hms.harvard.edu/flash/2017/history-artificial-intelligence/), Forbes: What Are The Risks And Benefits of Artificial Intelligence? (https://www.forbes.com/sites/quora/2019/08/02/what-are-the-risks-and-benefits-of-artificial-intelligence/#7215cf5e34d8), SAS: Artificial Intelligence, What Is It And Why It Matters. (https://www.sas.com/en_us/insights/analytics/what-is-artificial-intelligence.html), Wired: Artificial Intelligence Latest News (https://www.wired.com/tag/artificial-intelligence/)

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