
El sistema de puntuación en la educación moderna
Desde el surgimiento de la educación como herramienta pública se han desarrollado numerosos métodos para evaluar el progreso de los estudiantes. Después de todo, ¿cómo pueden los profesores siquiera saber si sus métodos de enseñanza son eficaces si no hay forma de medir el éxito o el fracaso de los estudiantes? Lo usual es utilizar calificaciones de letras o números para evaluar el progreso, pero hay otras formas, tal vez más eficaces, de evaluar.
Muchas veces los alumnos sienten que la calificación no representa eficazmente lo aprendido en clase. Es normal escuchar quejas por un número demasiado bajo o por una fracción que hace que el estudiante deba dar una evaluación extra o incluso rendir de nuevo la materia.
Los alumnos tienen bastante razón en quejarse. Un número por sí solo es una forma bastante fría de mesurar la educación. Por eso, en los últimos años los profesores se han acercado a otras metologías.
Calificación versus evaluación: ¿cuál es la diferencia?
Aunque ambos términos están relacionados, hay algunas diferencias cruciales entre la calificación y la evaluación. Veamos cada una de ellas por separado.
-Calificación
La calificación es un método para que los educadores evalúen el rendimiento y el aprendizaje de cada estudiante. La calificación puede incluir letras, porcentajes e incluso un simple aprobado.
Muchas veces las calificaciones tienen en cuenta otras actividades un poco más difíciles de determinar, como la participación en clase, la asistencia, el comportamiento en el aula e incluso el esfuerzo.
En ese caso, la subjetividad del profesor juega un rol todavía más preponderante[1].
-Evaluación
El uso de la evaluación como regla para medir el aprendizaje de los alumnos suele incluir el análisis de las calificaciones. Esta es, quizás, la razón por la que algunas personas confunden los dos términos.
Las calificaciones se utilizan como una fuente de datos para mantener un rastreo del progreso de los estudiantes. Sin embargo, la evaluación va más allá de las calificaciones.
Un profesor podría, por ejemplo, mira los promedios de las notas y examinar las áreas individuales de fortaleza y debilidad. Si un niño obtiene una B en matemáticas, el modelo de calificación le indicaría al maestro que el estudiante está aprendiendo de forma exitosa. Sin embargo, si ese niño siempre falla en todos los problemas de matemáticas que tienen que ver con pesos y medidas, entonces hay un déficit en su educación.
La evaluación identificaría ese déficit, mientras que un sistema de evaluación basado puramente en las calificaciones no lo haría.
¿Qué son mejores: las calificaciones o la evaluación?
La calificación es el método tradicional y tiene la ventaja de estar codificado. Las calificaciones con letras o números son fáciles de sumar y registrar, y un profesor puede tener sin demasiado esfuerzo una idea del éxito o fracaso de un estudiante al revisar sus calificaciones.
A nivel nacional y estatal, las calificaciones se utilizan ampliamente para medir el éxito general de nuestro sistema educativo. Los gobiernos federales en general tienen normas de calificación muy específicas para distintas áreas de estudio.
De esa manera, el éxito o no de un sistema educativo suele medirse según estadísticas[i].
- Algunos beneficios de un sistema de calificación son:
- Las calificaciones son entendidas si problemas por los estudiantes y sus padres.
- Las calificaciones pueden medirse “objetivamente”, ya que suelen basarse en datos mesurables.
- Las notas pueden dar a los estudiantes objetivos concretos a los que aspirar cuando evalúan su propio progreso.
Por otro lado, la evaluación tiene muchas ventajas. Se puede, por ejemplo, analizar un poco más allá de los datos de los promedios de las notas e identificar áreas de debilidad en un curso o en la educación de un estudiante en particular.
Esa es precisamente la principal virtud de la evaluación: tiene la capacidad de identificar problemas individuales ya que el educador que diseñó el curso y sus materiales juega un papel importante en la elección de los objetivos de la evaluación.
Dado que dicho profesor sabe qué información y habilidades quiere enseñar, suele ser el mejor a la hora de juzgar si los alumnos han alcanzado los objetivos de aprendizaje. Los estudiantes también son juzgados por su comprensión final del material, no sólo por su promedio acumulativo de notas.
Algunos otros beneficios de la evaluación son:
- Participación del estudiante en el proceso de evaluación.
- Objetivos individualizados para medir el éxito.
- Menos papeleo y más tiempo con los estudiantes.
Entonces, ¿qué método es el mejor?
Si bien la calificación puede parecer anticuada y la evaluación más bien progresista, es evidente que en el sistema educativo moderno las dos pueden existir.
La calificación es la mejor para evaluar grandes cantidades de estudiantes, y la evaluación da a los profesores una valiosa herramienta para medir el progreso individual de los estudiantes en sus clases.
Dicho esto, quedará en cada escuela o profesor determinar si los alumnos pueden o no ser evaluados con números o letras. En un mundo ideal probablemente las calificaciones no existirían y cada estudiante sabría qué ha aprendido o no, sin necesidad de que un profesor lo evalúe. Pero todavía estamos lejos de eso, presos de una modalidad que se choca con sus propios objetivos.
Si bien dista de ser perfecta, la evaluación integral permite al menos que el estudiante se sienta más cómodo y menos cosificado. Sin embargo el sistema educativo público es un gran monstruo burocrático que necesita efectividad y estadísticas. Esa es quizás la gran pugna educativa de este siglo.
El texto anterior expresa mis ideas y opiniones inspiradas en:
[1] https://gtlcenter.org/sites/default/files/docs/EvaluatingTeachEffectiveness.pdf
[i] https://www.ideaedu.org/Portals/0/Uploads/Documents/IDEA%20Papers/IDEA%20Papers/IDEA_Paper_69.pdf