
La globalización de la máscara
Las diferencias culturales entre occidente y oriente saltan a la vista. Cada una ha crecido en contextos del pensamiento muy diferentes. Mientras la espiritualidad es de gran preponderancia en oriente, en occidente apenas es un movimiento que toma fuerza. Las formas de vestir, la manera en cómo se relaciona cada uno en su medio ambiente es muy diferente y sucede lo mismo con los valores bajo los cuales funciona cada sociedad.
Con esta pandemia, esa diferencia puede verse claramente en la forma como por ejemplo en Japón, el uso de las máscaras es percibida por el público de una manera diferente a como es percibida en los Estados Unidos.
De inmediato vienen a la mente las imágenes de chinos con máscaras en las calles a causa de la contaminación o al uso en razón de ataques terroristas en Japón. Las imágenes relacionadas con una mascarilla en el lado occidental del mundo tienen mucho de Hollywood, de películas apocalípticas en las que la trama tiene que ver con enfermedades mortales que hacen necesario su uso.
Pareciera que la percepción de la máscara en esta parte del planeta es relacionada con debilidad, con estar enfermo y nadie quiere que lo vean de esa manera. Es un asunto de soberbia, apartando por supuesto lo incómodo que pueda ser. Es muy molesto tener esa terrible sensación de ahogo, como les pasa a muchos, caminas y sientes que se acaba el aire, si es verano o hace calor puede llegar a ser una verdadera tortura. De alguna manera se pierde la libertad. Algunas personas manifiestan marearse, después de un rato usando el dispositivo y eso sin incluir el impacto estético ¿Será una cuestión de costumbre?
Costumbre conveniente.
Desde el siglo XVII los japoneses usaban las máscaras en las minas. Fueron muy útiles durante la Gripe Española en 1918. Ya cercano a estos tiempos su uso se extendió con la llegada a Japón del SARS Y MERS. Son usados también contra la contaminación y el polen, al que muchas personas son alérgicas.
En Japón ya están acostumbrado al uso de estas máscaras, y con toda naturalidad, cuando se supo del COVID 19, no había que decirles a los ciudadanos que las usaran. Este país con alrededor de 126 millones de habitantes ha tenido 177 mil ciudadanos contaminados con el virus y 900 fallecidos.
Países como Estados Unidos con 328 millones de personas o Brasil con una población de 209 millones de habitantes tienen muchos más contaminados y fallecidos. Para el 6 de junio de 2020 el primero sumaba 1,9 millones de contagios y por encima de 109.042 fallecidos, mientras que el segundo alcanzaba los 600.000 contagios y 34.021 decesos.
Dignatarios como Donald Trump, Presidente de Estados Unidos o a Jair Bolsonaro, presidente del país con mayor población en América del Sur, Brasil, se resisten al uso de la mascarilla, evitando mostrarse con ellas. ¿Será casualidad que son los países con mayor número de infectados y fallecidos? ¿Es para mostrar fortaleza? ¿Es un buen ejemplo?
Si algo no te hace daño; pero puede ayudarte a evitar contraer un virus con potencial letal ¿Vale la pena el sacrificio? ¿Por qué no usarlo?
Cuál es la efectividad de la máscara.
Cuando se dio la noticia de la pandemia. La OMS recomendó el uso de las mascarillas como una herramienta fundamental para evitar la propagación del COVID 19; pero cuando las cifras de países como Italia y España comenzaron a elevarse exponencialmente y luego de darse cuenta que los países no estaban preparados, excepto algunos pocos como Suiza y Finlandia, el discurso cambió. En un momento se comunicó al mundo que solo usaran mascarillas los contaminados, para evitar contagiar a otros.
No había mascarillas en ninguna parte y el personal médico asistencial que luchaba contra la pandemia, agotaba lo poco que tenía. El dilema del uso de la mascarilla llegó a su cenit.
“El confinamiento riguroso y la medida de lavarse las manos, tomaron mayor peso en la estrategia. El uso de la mascarilla es insuficiente”.
Japón, no tenía restricciones mayores en un primer momento, la cuarentena no era obligatoria, las personas iban al Karaoke, muy popular en ese espacio del mundo, aunque todos llevaban su tapabocas. No fue suficiente y finalmente las restricciones relacionadas con el confinamiento obligatorio llegaron a las escuelas, karaokes, eventos deportivos, etc. Se dieron cuenta que el distanciamiento físico era un factor clave para evitar la propagación del virus.
“Si usar el tapaboca o barbijo, como en efecto se hizo en Japón, quedó demostrado que no era suficiente, el distanciamiento físico y el lavado de manos adecuadamente también son fundamentales”.
La rigurosidad científica no es tan concluyente como lo son las leyes que los países han instaurado para el uso de la mascarilla. Hay mascarillas con diferentes tipos de porosidad, tienen diferentes usos y no es lo mismo una máscara hecha en casa, que puede ser elaborada de una infinidad de materiales y además pueden ser muy bonitas y divertidas, a las que han sido debidamente homologadas por organismos de salud, como las quirúrgicas, las filtrantes o las higiénicas que cuentan con pruebas científicas de su eficacia.
Un asunto de responsabilidad social.
¿Qué tan responsable es quien sin saber si está contagiado de COVID 19 no evita contagiar a otro? ¿Cómo saber si se está contagiado sin haberse hecho pruebas? El uso de las máscaras reduce la exposición a las partículas que salen de quien habla, esas partículas que salen de él o ella quedan atrapadas en el dispositivo. Si a eso le suma que, al estar a 2 metros, distanciamiento físico recomendado, las partículas que salen de una persona caerán al piso con lo cual se vería la reducción de la posibilidad de propagar el virus.
Tal vez usar máscaras es una excelente forma de hacer propaganda. Le dices a quienes te rodean que tú los cuidas y que esperas lo mismo de ellos. Les recuerdas que deben estar distanciados físicamente, no estamos acostumbrados, y que nos lo recuerden tantas veces y tantas personas, ayudará a aprenderlo y no olvidarlo. ¿No le parece una buena campaña?
Usar cualquier tipo de máscara no es sinónimo de ser responsable socialmente; porque como se ha dicho, hay muchos de estos dispositivos que no tienen regulación de organismos salud, que puedan avalar la efectividad de las mismas. Ante la pregunta: ¿Y si no se consiguen mascarillas certificadas, entonces qué? La respuesta es: es preferible usar la que consiga que no usar nada. ¿Qué cree Ud.? La globalización lleva de manera rápida a otros lugares del mundo, modos y estilos de hacer las cosas, se vuelven universales. Eso está ocurriendo ahora mismo con el uso de las mascarillas. Que, a entender de la comunidad de científicos especialistas en virus, su uso será cada vez más recurrente.
En este escrito expreso mis ideas y opiniones inspiradas en el artículo “¿Está el secreto del éxito del virus en Japón justo en nuestra cara?” de New York Times con fecha 6 de junio de 2020 escrito por Motoko Rich.