
Haru, Flavia Company

Somos adictos a la ficción, nos gusta que nos cuenten historias pequeñas y épicas, relatos con aventuras y nudos pasionales, personajes profundos y complejos que atraviesan la vida con muchos desafíos para (intentar) aprender.
Por eso las historias que atraviesan el crecimiento de un personaje son tan fascinantes, porque nos permiten entrar en la profundidad de las preguntas que nos atraviesan como personas. De eso se trata, justamente, “Haru” de Flavia Company: del viaje de una adolescente entre su juventud y su adultez, en el camino de su aprendizaje como arquera.
Haru es una joven que perdió a su madre poco tiempo antes de que comience la historia y que intenta elaborar su duelo. Su padre la obligar a irse de la casa para asistir a un Dojo de entrenamiento con el objetivo de convertirse en una kyudoka, una maestra en el arte del tiro al arco. Las razones de su padre para que se vaya de la casa son parte de la tensión que atraviesa toda la historia y que no tendría sentido revelar en este texto.
Cada una de las tres partes tiene capítulos cortos, y la organización es clave para entender la propuesta de la novela: está pensada para ser leída de a poco, para entender genuinamente las enseñanzas a las que se (nos) enfrenta Haru. Es una historia narrada como si no tuviera tiempo ni lugar, en tierras lejanas a nuestra mente occidental, casi como una leyenda. De hecho, ese es el tono con el que comienza: “La condición para que les cuente esta historia es que no me pregunten de dónde la he sacado y que acepten que habrá detalles que no conozca o para los que no tenga explicación”. Y, como si hiciera una especie de zoom a la historia, nos sitúa en “tierras de Oriente” a las que “hemos ido sin haber viajado nunca hasta allí”.
La experiencia del libro
El papel que utiliza la edición Catedral de Haru es muy importante para la experiencia de la lectura (el libro se hizo sobre el papel Supersnobright de 90 gramos y la portada en cartulina Modigliani Cándido de 260 gramos), porque no es habitual que los lectores tengan información técnica tan precisa al finalizar la lectura. Sin embargo, la edición rústica, el grosor de las hojas y la textura de cada una de las páginas forman parte del devenir de la historia porque la naturaleza está presente en la novela y en el libro físico. Cada parte y cada capítulo tienen un lugar, una ubicación, y el aire -las hojas en blanco, en este caso- que se le da a cada paso de la historia ayudan a la cadencia de la lectura y acompañan la travesía de Haru, una joven-pronta-a-ser-mujer.
El libro se terminó de imprimir el 16 de febrero de 2016, cuando se cumplieron 422 años del nacimiento de Juliana Morell. No es un dato aleatorio, sino una referencia que da el mismo libro y que no es casual. Morell fue una poetisa políglota humanista y monja dominica española de expresión francesa que en 1608 se doctoró en leyes summa cum laude. Una mujer que desafió a su tiempo y que se dedicó al conocimiento. En alguna medida, como lo hizo Haru.
Enseñar y aprender: dos caras de la vida
La historia avanza con las acciones de su protagonista, pero también con las reflexiones a las que invita el narrador. Está escrita en una tercera persona muy cercana a los sentires y saberes de cada uno de sus personajes. Los jóvenes con los que vive Haru en el Dojo, las y los maestros que los guían en su aprendizaje y todas las personas con las que se cruza Haru a lo largo de la historia, forman parte de un entramado complejo de enseñanzas. El rol de los sabios, los maestros, es fundamental: buscan preparar a los futuros kyudokas para un mundo que parece que ya no contempla ese modo de vida.
Si bien no hay una referencia exacta al tiempo en el que transcurre la historia, hay muchas expresiones sobre las tensiones que se dan entre las enseñanzas tradicionales y el avance tecnológico, la sordidez del dinero y los aprendizajes del arco, y la velocidad de la vida en la ciudad con relación a las vidas campestres.
¿Por qué hay que leer Haru?
A quienes les gusta subrayar los textos para recordar oraciones o pensamientos inolvidables, deben preparen un buen sacapuntas porque tendrán mucho grafito para usar. Es un libro que reflexiona sobre la vida, la muerte, el crecimiento personal, el dinero, la relación con los mayores, la educación, la constancia, los miedos y los prejuicios. Es una invitación a reflexionar sobre el paso del tiempo en relación a lo que creemos que hacemos en este plano, y las maneras en las que nos vinculamos con la naturaleza.
Cada página de Haru es un desafío a cierta forma de entender nuestra propia vida (no por nada el subtítulo de la novela es: “cada día una vida entera”), para aprender a mirar con ojos nuevos lo que muchas veces se nos aparece como una cotidianeidad gastada. Es una novela que exige un compromiso, porque debemos aceptar que la voz que narra nos cuente una historia lejana pero que, en definitiva, habla sobre nosotros mismos. Es un relato que desafía esa idea tan contemporánea del protagonismo que nos dan las redes sociales, porque el lugar privilegiado es de quien observa sin ser visto.
Haru es un libro al cual podemos volver cuando necesitamos conectar con un lugar único, privado y a la vez colectivo: el del amor a la vida.
En el texto anterior expreso mis ideas y opiniones en base a la obra citada