
El inesperado regreso del autocine
A causa de la pandemia global, ha resurgido la costumbre de ver cine desde el coche. ¿Es la solución para una industria golpeada o sólo una moda pasajera?
Una de las industrias más perjudicadas por la pandemia del COVID-19 fue sin dudas la cinematográfica, más específicamente la producción y proyección de películas. Y lo peor es que los teatros y salas de cine serán los últimos negocios en abrir, cuando la vacuna ya esté disponible y distribuida, o bien cuando la pandemia haya tocado su fin por otros motivos.
Sin embargo, el cine no se da por vencido. La necesidad de salir de casa para ver una película junto a un montón de desconocidos está tan arraigada en gran parte de nosotros que ni siquiera una enfermedad desconocida y altamente contagiosa puede frenarla.
Por eso es que la pandemia ha traído de vuelta los famosos autocines, que muchos han visto en la ficción o lo han experimentado en carne propia. Con la adopción de las últimas tendencias tecnológicas, ahora los dueños de los cines pueden generar al menos algunos ingresos para sostener sus negocios.
Los comienzos
La moda del autocine tuvo su apogeo en la década del 50 en Estados Unidos, cuando hubo una explosión demográfica por la posguerra. En esa época se calcula que había unos 4000 autocines sólo en Estados Unidos. Eran un ícono de ese país, casi a la altura del béisbol o la Coca Cola. A pesar de esto, en las últimas décadas, más precisamente a partir de la década del 90, los autocines empezaron a perder su atractivo. Los motivos son claros: el cine en casa llegó de la mano del VHS y no se detuvo hasta hoy, con Netflix y el streaming.
¿Quién iba a pensar hace un año que por un virus nuevo los autocines volverían con toda la fuerza? Pero así sucedió. En los últimos meses, la costumbre de ver una película desde el automóvil está disfrutando de un renacimiento. El distanciamiento social, las salas de cine cerradas y las ganas de entretenerse fuera de casa fueron suficientes para que en todo el mundo los autocines volvieran a abrir.
Por supuesto que el autocine en pandemia no es igual al autocine de los 50. Los dueños de estas salas al aire libre toman todas las medidas necesarias para proteger al personal y a los clientes. En Estados Unidos, por ejemplo, se puede pedir comida desde el teléfono. Las famosas palomitas de maíz, para muchos un alimento indispensable durante la proyección, son acercadas por el mismo personal hasta la ventanilla del espectador.
La pandemia también ha expandido la moda del autocine fuera de Estados Unidos, y hasta fuera del cine propiamente dicho. En Dinamarca recientemente se ha producido el primer concierto en autocine del mundo. El músico danés Mads Langer actuó para unas dos mil personas ubicadas en quinientos coches.
Por otra parte, en Toronto, Canadá, Gogh By Car es considerado el primer autocine de su estilo. Se trata de una exposición de arte interactiva con capacidad para catorce coches a la vez, y según dicen la experiencia es totalmente inmersiva[1].
El caso iraní
Es para destacar lo que ocurre en Irán. La nueva pandemia también allí forzó el regreso del autocine algo que no se había visto en Irán desde la Revolución Islámica de 1979[2].
En su momento, los revolucionarios criticaron al autocine por permitir demasiada privacidad a las parejas jóvenes solteras. Pero ahora un autocine funciona desde un aparcamiento justo debajo de la emblemática torre Milad de Teherán.
Los trabajadores se encargan de rociar desinfectante en los coches que se alinean cada noche allí después de comprar las entradas en Internet. Luego, ya ubicados, sintonizan el audio de la película a través de una estación FM en la radio de sus coches.
Con los estadios y las salas de cine cerradas, este autocine es el encargo de proyectar una única película en un entorno comunitario en medio del brote del virus en Irán, considerado uno de los peores del mundo. Irán ha informado de más de 98.600 casos con más de 6.200 muertes, aunque los expertos internacionales y locales reconocen que el número de víctimas de Irán es probablemente mucho mayor.
La película que se está proyectando es “Éxodo”, producida por una empresa afiliada a la Guardia Revolucionaria de Irán. El director es Ebrahim Hatamikia, y se trata de cultivadores de algodón cuyos campos mueren a causa del agua salada de las presas locales. Los agricultores, entonces, conducen sus tractores a Teherán para protestar contra el gobierno.
El primer autocine
El 6 de junio de 1933, Richard Hollingshead abrió el primer autocine del mundo en Nueva Jersey. La gente pagó 25 centavos por auto para ver la comedia británica “Wives Beware”.
El concepto de mostrar películas al aire libre no era novedoso entonces: la gente solía ver películas mudas en pantallas instaladas en las playas. Sin embargo, a Hollingshead, que era vendedor de autopartes, se le ocurrió darle una actividad más a quienes amaban los coches. Y fue una idea brillante. O al menos muy redituable.
Hollingshead experimentó durante unos años antes de crear un sistema de rampas para que los coches estacionaran a diferentes alturas y así todos pudieran ver la pantalla. Patentó su idea en mayo de 1933 y abrió las puertas de su teatro al mes siguiente.
El segundo autocine comenzó un año después en Pasadena. Le siguieron algunos más, pero la idea no floreció hasta la llegada de los parlantes en los automóviles a principios de los años 40. Para 1958, el número de autocines alcanzó un máximo de 4.063.
Luego, como ya se mencionó, hubo un decaimiento hasta la casi extinción de esta moda. A casi cien años de su invento, un virus desconocido volvió a encender los motores y los proyectores.
El texto anterior expresa mis ideas y opiniones inspiradas en
[1] https://www.pri.org/stories/2020-05-29/gogh-car-toronto-art-exhibit