
La máquina de pensar y otros diálogos literarios, Jorge Luis Borges y Alfonso Reyes

En el siglo XXI, cualquiera que escuche sobre la existencia de una máquina de pensar, seguramente se incline a imaginar un humanoide con inteligencia artificial. Pero en el siglo XIII, una máquina que pensara, era algo no menos que mágico; sin embargo, un personaje fascinante llamado Ramon Llull, la inventó.
Una máquina que piense es sin duda un muy buen tema para el diálogo y la reflexión ¿Cómo era esa máquina? ¿En realidad funcionaba? ¿Cómo a alguien se le pudo haber ocurrido algo así hace tantos años? Lo más cercano a eso fue la creación, durante la Segunda Guerra Mundial, de la máquina que descifró el código enigma, una invención del matemático Alan Turing.
Se levanta el telón
Qué mejor entrada, qué mejor título para un libro que uno que permita adelantarse al disfrute de una conversación entre dos grandes mentes, de pensamientos que tan bien se han plasmado en magníficas obras de la literatura hispanoparlante, eso resulta en extremo interesante.
En el libro La máquina de pensar y otros diálogos literarios, Reyes y Borges, intercambian sus pensamientos sobre Unamuno, Breton, Wells, Joyce, novelas policiales y otros tantos temas. Se le dedica especial atención a una obra de carácter muy particular, de la que Borges tomó el nombre del libro en cuestión, me refiero a Raimundo Lulio o Ramón Llull, un hombre increíblemente agudo de pensamiento y que inventó la máquina de pensar.
Mientras uno aborda un tema, el otro responde y genera lo suficiente para que el diálogo se haga más fecundo. Un tema lleva a otro y este a otro y así. Como una agradable conversación entre dos amigos que recuerdan lo que han vivido y lo comparten en una estupenda velada.
Aunque de gustos literarios diferentes, ambos tuvieron una infancia muy rica en lectura y en una vida de abundancia también. Se reconocen como hombres de ideas interesantes y componen una dupla formidable que termina con un ejemplar que no tiene desperdicio, se puede aprender mucho, incluso de lo que no se tenía ni idea de que existía, como, por ejemplo, que se había creado una máquina de pensar.
El ingenio y la pluma de dos
El mexicano Alfonso Reyes, fue impulsor de la obra del argentino Jorge Luis Borges en su juventud y este se convirtió en su profundo admirador, lo consideraba “el mejor prosista español de cualquier época”. Para ese entonces, Reyes era embajador en Argentina.
Ambos provenían de familias muy acomodadas y amantes de la literatura. Se convirtieron en grandes escritores, de los mejores, con muchos premios y reconocimientos; pero ninguno obtuvo un Premio Nobel.
Reyes, un hombre comedido, responsable, de gran sensibilidad, y Borges, uno contradictorio, siempre discutido, profundo y de pensamiento crítico. Dos pensamientos que se enfrentan, se combinan y se disfrutan en “La máquina de pensar”.
El hombre de la idea fantástica
Ramón Llull, era un hombre para el que no había fronteras, ni geográficas, ni para su imaginación. Recorrió Europa y el mediterráneo, vio levantar grandes catedrales con diseños que buscaban el colorido y la luz. Para nada era un hombre taciturno.
A sus 30 años vio a Cristo en la cruz, escribía poesía en ese momento y eso lo cambió para siempre. Como Siddhartha Gautama, el Buda, dejó a su familia y su vida y empezó a escribir, por mandato del más alto, “El libro más bonito del mundo”. Sus libros hoy serían bestsellers.
So gran obsesión por convertir a los judíos y musulmanes al cristianismo, por difundir el mensaje divino inventa Ars combinatoria una máquina de pensar que haga llegar la palabra de Dios.
Es un esquema de discos concéntricos que contiene los atributos de Dios, en el centro la letra A, que representa a Dios y siguiendo el sentido de las agujas de un reloj, están letras de la B a la K. Cada una de esas letras es una cualidad divina. La B es bondad, la C grandeza, la D determinar y sigue así con otras cualidades. De las múltiples combinaciones que puedan darse entre las letras surgen los mensajes divinos.
Para algunos, tal creación es motivo de burla; pero el profesor, ensayista y experto en música, Lluis Nacenta, considera que “las máquinas de cálculo funcionan; pero no piensan y las que piensan, no funcionan” …
Ya en los años 30 del pasado siglo, Borges había sentenciado que tal máquina no funcionaba. Pero de la misma forma que le consideraba una invención absurda, aconsejaba aplicarlas a la poesía. Esta parece ser una de las acostumbradas contradicciones del autor, porque, aunque esencialmente la máquina no cumplía con lo que buscaba, que era obtener el mensaje de Dios para llevarlo a la gente, si era una forma creativa de que las palabras fluyeran, al azar.
En teoría, esa máquina de pensar, le puede permitir a cualquiera escribir una obra literaria, sin tener un tema, sin hacer el más mínimo esfuerzo mental, porque los mensajes producto de las múltiples combinaciones entre sus letras y significados terminaría por hacerlo sola. ¿Posible? ¿Una manera de burlarse?
Quizás la poesía sea eso, el arte de unir palabras, significados, que dicen lo que una fuente divina quiere que se transmita a mucha gente. Que no resulta en un mensaje obvio, sino más bien profundo, para que cada quien lo interprete desde su entendimiento, así de complejo tal vez sea el pensamiento de Dios.
Como ya se ha comentado, la máquina de Llull no es el único tema del libro; pero marca la pauta del tono con el que estos grandes de la literatura nos entregan un poco de como puede ser visto el mundo desde la posición de dos pensadores de tal nivel.
Los otros diálogos del libro no dejan de ser menos interesantes y puedo decirles que es una lectura que no olvidarán jamás.
En este escrito expreso mis ideas y opiniones inspiradas en el libro “La máquina de pensar” de Jorge Luis Borges y Alfonso Reyes.