Santiago Ávila: La lucha por no ser parte de los Maras

Antes del comienzo de la pandemia de coronavirus Covid-19, Honduras era un país económicamente estable gracias a una economía floreciente y una creciente población de jóvenes. Desafortunadamente, ésta última vive expuesta al acoso permanente de una de las pandillas más numerosas y brutales del continente americano: los Maras. Esto lo sabe bien el hondureño Santiago Ávila, un joven que, luego de haber padecido una terrible tragedia familiar, decidió formar parte de una ONG que lucha por evitar que los adolescentes de su país formen parte de esta sangrienta organización criminal.

 

De acuerdo a reportes del Banco Mundial, Honduras continúa registrando un crecimiento sostenido de su PBI a lo largo de los últimos años. Sin embargo, a pesar de que en el año 2019 éste alcanzó el 2.7% (el segundo más alto de América Central y por encima del promedio para Latinoamérica), su población aún experimenta altos niveles de pobreza y desigualdad. Si bien las consecuencias de la actual pandemia de Covid-19 sólo conseguirá aumentar esta inequidad socioeconómica, antes del comienzo de ésta, Honduras ya contaba con una de las clases media más reducidas de la región y, sobre todo, un elevado índice de violencia callejera.

 

Es necesario repasar estos datos para entender que la pobreza y la falta de oportunidades de económicas de este país han fortalecido a una de las pandillas más violentas de todo mundo. La MS13 o Mara Salvatrucha –tal es su nombre completo- fue creada en Los Ángeles (EEUU) durante la década de los 80s por inmigrantes salvadoreños que escapaban de una extensa y brutal guerra civil. Desde sus comienzos, sus integrantes buscaron financiar sus actividades mediante la venta de drogas y, sobre todo, la extorsión de comerciantes quienes son víctimas de constantes y violentas amenazas. El lema de los Maras es “Mata, Viola, Controla”.

 

Su presencia eventualmente comenzó a expandirse a casi todos los estados del país norteamericano, para luego emigrar (muchas veces a través de la deportación) a distintos países de América Central como Guatemala, El Salvador y Honduras. Debido a que muchos de estos pandilleros provenían o tenían familiares en estos territorios, les resultaba muy fácil establecer allí sus operaciones delictivas. Los integrantes de los Maras buscan como nuevos reclutas a los jóvenes más empobrecidos de estos países a quienes, en caso de rehusarse o intentar escapar, son castigados ellos y miembros de su familia con extrema violencia.

 

Santiago Ávila tenía 19 años cuando Mauricio, su hermano menor de tan sólo 16 años de edad, fue secuestrado, torturado y finalmente asesinado por los Maras. Si bien este brutal crimen se relacionó con una venganza, tal es el destino que les suele esperar a aquellos miembros que deciden abandonar sus filas. A pesar de que Santiago y su familia debieron escapar de Honduras debido a las constantes amenazas que sufrían por parte de la temible organización criminal, él decidió regresar a su país para intentar evitar que otros jóvenes continúen siendo reclutados por ella.

Con mucho coraje y determinación, Santiago se unió en el año 2010 a Jóvenes Contra la Violencia (JCV), una organización comunitaria y sin fines de lucro que, a través de una serie de acciones concretas, busca mejorar las condiciones de vida de la juventud de Honduras. A través de su programa Embajadores de la Prevención, Santiago (actualmente el director de JCV) y un grupo de más de 600 colaboradores trabajan en los principales barrios marginales de todo el país para alejar a sus niños y adolescentes de la violencia callejera. Si bien se trata de una tarea de enorme riesgo y con aspiraciones más expansivas, la verdadera motivación de Santiago es personal.

 

“Hubiera deseado que una organización como Jóvenes Contra la Violencia haya existido antes de que mi hermano haya sido asesinado”, relata este hondureño que actualmente cuenta con 32 años de edad. También es cierto que el gobierno de su país no posee una estrategia adecuada para realizar la ardua labor de su organización, una cuestión que ha empujado a ciudadanos como Santiago y muchos otros a actuar de manera independiente. Entre los numerosos programas que lleva adelante JCV, se encuentran los siguientes:

 

  • “Plan de Vida” – A través de la concientización de los niños más vulnerables de las villas y aldeas del país, se busca fortalecer su valía e identidad, mejorar su autoestima y sus proyecciones de vida.
  • “Capacitados para educar con valores y construir cultura de paz” – Se busca preparar a los padres para que les puedan enseñar a sus hijos el valor de la familia, fomentando además una crianza sana que mejore su bienestar.
  • “Orientadores de Vida” – Mediante la creación de talleres que fortalezcan la labor de los docentes hondureños, este programa plantea generar una mayor interacción entre los alumnos y sus maestros. Con ello se apunta a disminuir toda influencia negativa que afecte a la formación integral de niños y jóvenes.

La difícil tarea de Jóvenes Contra la Violencia se verá complicada por los devastadores efectos socioeconómicos que tendrá la pandemia de Covid-19 en Honduras. Para reclutar nuevos miembros, los Maras se enfocan en aquellos jóvenes que pertenecen a los sectores sociales más vulnerables. Lamentablemente, la única manera de escapar a una muerte segura en caso de deserción es huir del país, una salida inviable ante las restricciones internacionales que rigen actualmente.

Hace varios años ya que Washington intenta frenar la inmigración hacia los EEUU de hondureños que buscan escapar de la pobreza y la violencia callejera que se vive diariamente en su país. El elevado nivel de violencia de esta pandilla es tal, que en el año 2012 fue la primera en ser designada por el Tesoro de los EEUU como una “organización criminal transnacional”, comparándola así a grandes carteles delictivos como Los Zetas mexicanos, la Yakuza japonesa o la Camorra italiana.

 

Sin embargo, los Maras se distinguen de estos estructurados grupos al poseer motivaciones más nihilistas que impulsan sus actos. Su obsesión por cometer brutales asesinatos y violaciones pueden interpretarse como una venganza hacia el sistema que los ha excluido toda su vida. Es por ello que el trabajo que realizan organizaciones como Jóvenes Contra la Violencia es de gran importancia para lograr que los adolescentes hondureños puedan tener más opciones para sus vidas que las de unirse a pandillas callejeras, las cuales finalmente sólo los conducen a la muerte, la prisión o a exiliarse del país con sus familias.

 

Muchos podrían cuestionar la razón por la cual Santiago ha decidido comprometerse con un objetivo tan peligroso como lograr alejar a los jóvenes de su país de la influencia de una banda criminal tan despiadada como lo son los Maras. Quizás, para poder entender su motivación principal, debamos tener en cuenta lo que le sucede internamente a este valiente joven cada vez que se encuentra frente a uno de los tantos adolescentes que ayuda diariamente: “En cada uno de ellos, veo el rostro de mi hermano”.

 

 

El texto anterior expresa mis ideas y opiniones inspiradas en
Personal tragedy drives Honduran social worker’s fight against gang violence. (https://www.unhcr.org/)
The World Bank In Honduras. (https://www.worldbank.org/)
MS-13 gang: The story behind one of the world’s most brutal street gangs. (https://www.bbc.com/)
Jóvenes Contra la Violencia Honduras. (http://www.jovenescontralaviolencia.org/)

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