
Solo nos queda bailar
Levan Akin se ha convertido en uno de los directores suecos con mayor potencial en los últimos años. El realizador estrena Solo nos queda bailar (And Then We Danced), segundo film tras «El Círculo». Este largometraje ha sido una coproducción entre Suecia y Georgia. Ha estado presente en varios festivales de gran relevancia en la industria como el Festival de Cine de Cannes, nominado a la Palma Queer.
Se llevó el premio del público en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, además de alzarse con el premio Ocaña. También fue ganador de la Espiga Arcoiris en la Seminci y su actor protagonista Levan Gelbakhiani se convirtió en el mejor actor del Festival. Fue elegida para representar a Suecia en su candidatura para los premios Óscar y ha sido una de las propuestas del Festival LesGaiCineMad 2019 con más éxito de asistencia.
Solo nos queda bailar (And Then We Danced) se centra en la historia de Merab, un joven que baila desde pequeño en el Ballet Nacional de Georgia con su pareja de baile Mary. Su vida comienza a dar un giro cuando aparece Irakli, un bailarín nuevo que llega como reemplazo y que se convierte en su mayor rival y en su mayor deseo. En medio de un entorno conservador, en la capital de Giorgia, vemos como Merab va descubriéndose a sí mismo con una naturalidad e ingenuidad que cautivan desde el primer momento.
La historia que se esconde detrás de Solo nos queda bailar es mucho más profunda de lo que a primera vista puede parecer. Se mete hasta lo más recóndito del sentir de su protagonista y a través de él dibuja un retrato de la Georgia contemporánea. Lejos de querer un universo plagado de represión y sufrimiento, lo que crea son pinceladas que van en aumento según transcurre este relato de descubrimiento y transformación emocional. Su director sabe conducirte con maestría por todos los mundos que nos presentan, sin dejar de lado cada puerta que va abriendo a medida que avanza la historia.
Luego, hay que destacar la elegancia con la que va introduciendo la curiosidad y el miedo a ser diferente. Dentro de una sociedad conservadora, hace que el espectador sea capaz de empatizar con esa inocencia y candidez de los sentimientos. Realiza un viaje emocional que es imposible que te deje indiferente. Además, termina por hacer una reflexión introspectiva de la propia familia, de la comprensión y lo contrario, la discriminación.
Hace una construcción de las relaciones personales muy enriquecida, con sus claroscuros y sus imperfecciones. Por último, destacar la crítica social que hace con la necesidad de avance en las libertades sexuales. La manera de exponerlo es tan perspicaz que el público conectará fácilmente, aunque no se haga de una forma obvia. Una historia con una sinceridad cautivadora y con la habilidad de introducirte en una sociedad poco conocida por la mayoría de las personas, pero tan bien presentada que aunque no concuerdes con sus ideas, te da ganas de conocerla y saber un poco más sobre Georgia y su gente.
Levan Gelbakhiani es el alma indiscutible de Solo nos queda bailar. El actor debuta con esta película y lo hace de una manera extraordinaria. Su actuación está llena de detalles y sutilezas, parece que ha captado la esencia de su personaje y nos lo hace saber en cada minuto del film. Sin dramatizaciones, conteniendo los sentimientos y las emociones de una manera magistral y solamente soltándolos de a pocos en los mementos necesarios. Realiza un ejercicio lleno de sensibilidad. Recuerda mucho al realismo y a la pasión que realizase en su día Adèle Exarchopoulos en la famosa “La vida de Adèle” o Timothée Chalamet en “Call Me By Your Name”. El actor sabe manejar con maestría la expresión no verbal y la coreografía en escena. Realiza una labor actoral impecable, y ni qué decir de su ejecución como bailarín, donde nos muestra que esa es su carrera primordial, pero a la vez nos advierte que tiene todo lo que necesita para hacerse con una carrera actoral de igual manera.
Bachi Valishvili, su coprotagonista no se queda atrás. Cumple a cabalidad lo que se requiere de su personaje, sin querer robar pantalla, pero al mismo tiempo dándose el lugar justo para ser notado. Tiene ese aire de seductor que embauca a la audiencia, una naturalidad ingeniosa. Sabe contenerse en las escenas de mayor exaltación y dibuja junto a Gelbakhiani un combo que se combina a la perfección. Valishvili como Irakli es una gran carta de presentación en el mundo del cine.
Lo que diferencia a Solo nos queda bailar de otros filmes es la calidad de su realización técnica. Hay un cuidado por cada uno de los elementos en escena, que no queda nada a la improvisación. Para empezar, las secuencias de bailes regionales se enseñan con mucha pasión, arte y respeto. Recrean ese universo asfixiante y exigente como vehículo expresivo. Por otro lado, ese contraste con escenas de baile en otro contexto y otro estilo musical, aporta riqueza a la composición narrativa. Las coreografías son impresionantes y para la parte del público que no conozca la cultura georgiana, servirá como aliciente para meterse dentro de este universo. Plantean el debate sobre qué es la masculinidad y lo hacen a través del propio baile, por lo que no es una simple circunstancia del personaje.
También hay que aplaudir la dirección fotográfica que crea planos de gran nivel. Tienen un significado artístico muy atractivo, con carácter y muy atrayente hacia el público. Se puede ver el gran esfuerzo creativo que hay detrás. Lo mismo ocurre con la dirección artística, es alucinante como han sabido dar importancia a cada uno de los escenarios en los que se desarrolla la acción. Tanto interiores como exteriores. Lo mismo ocurre con el vestuario de los personajes, lo que podría ser únicamente una manera de posicionar a los personajes socioculturalmente, también se emplea para hablar de la identidad de lo que se está viendo en pantalla. Inteligencia artística muy elevada.
Solo nos queda bailar es una película muy profunda que se aleja de romanticismos y hace una metamorfosis completa de sus personajes. Plantea diversos frentes emocionales que consiguen atrapar al espectador desde el principio. La calidad del guion es muy alta. También hay que destacar las escenas de baile como vehículo sensitivo y expresivo. Es una danza que comienza con sutilidad y va en “crescendo” hasta que se convierte en una explosión de emociones y sentimientos.
El texto anterior expresa mis ideas y opiniones inspiradas en
https://www.fotogramas.es/peliculas-criticas/a30764112/solo-nos-queda-bailar-critica-pelicula/
https://www.eldiario.es/cultura/cine/solo-bailar-pelicula-revuelve-ultraderecha-georgia_1_1146697.html
https://cinemania.20minutos.es/criticas/solo-nos-queda-bailar/
https://elpais.com/cultura/2020/02/06/actualidad/1581003652_609012.html