
Hombre lento, J.M. Coetzee

La vejez no es para nada una experiencia desagradable. Existe el pensamiento de que tener más de 60 años significa que una persona no puede sentir y vivir intensamente. Esa es también una forma de discriminación, porque no se deja de ser humano, de amar, de querer divertirse, de besar a su pareja con pasión, por la edad que se tiene. Más que por la edad, las limitaciones de las personas que pasan los 50 años, tienen que ver con la condición física y con la predisposición mental que se tenga. Los viejos están vivos.
Paul Rayment, es el protagonista de una historia escrita por J.M. Coetzee que lleva por nombre “Hombre lento”. En este libro se combinan el amor, la esperanza, la soledad, las creencias y la frustración de un hombre que se entrega a la creencia habitual de lo que significa ser viejo.
Es una obra muy bien escrita, llevada con gran delicadeza; pero sin dejar a un lado la realidades y pensamientos propios de alguien que siente que ya su cuerpo, afectado por el tiempo y por un infortunado accidente, es lento.
La debilidad de su espíritu lo arrastra a una vida poco grata, los días no cuentan, solo cuenta la espera del momento final e ineludible, en soledad, triste, sin esperanza.
El amor, surge de donde menos se espera, y aunque no siempre es correspondido, no deja de ser una gran fuente de esperanza. El espíritu se alimenta y los pensamientos quiebran a la tristeza, la vida vuelve a ser día y la noche solo tiene cabida en pocos momentos del pensamiento.
Hombre lento, cuenta sobre la vida de un hombre con gran sensibilidad, porque para ser fotógrafo, hay que tener una percepción especial de las cosas. Retratar momentos de la vida, no es solo cuestión de saber sobre enfoque, iluminación, profundidad, contexto, hay que sentir, como lo hace un artista que pinta o que esculpe una obra.
Así que Paul Rayment, el protagonista, quien, además, es un hombre de pensamiento, de imaginación, también necesita de buena movilidad. El ángulo para transmitir una sensación a quien verá la foto, requiere que deba tomar ciertas posturas.
Superados los 60 años, el profesional de la fotografía tiene un accidente de tránsito y pierde una pierna. Sucumbe al látigo de la depresión. Como un anciano que se resiste a un bastón, él se resiste a que le coloquen una prótesis.
Su vida comienza a apagarse y acude a la atención de Marijana, una enfermera que hace su trabajo de manera muy profesional. Sin que ella haya dado motivos, poco a poco florece el amor por la dama croata que le atendía.
No era el primer amor de Rayment, quien había conocido lo que era un matrimonio. A pesar de ser un hombre sensible, nunca, estando casado, estudió la posibilidad de tener un hijo. ¿Pueden las personas vivir felices sin tener hijos?
Se suele escuchar de quienes piensan que no es así, que cuando la vejez llega, los pensamientos de tener un hijo tienen más espacio en el pensamiento.
La edad avanzada hace que se sienta la necesidad de haber dejado algo más que trabajos hechos y recuerdos, también es necesaria la compañía de los hijos, de quienes puedan ver por ti cuando necesites apoyo a causa de tus debilitadas condiciones físicas y en ocasiones mentales también.
En la vejez, la soledad es la peor compañera de vida y el protagonista de esta historia, a excepción de la enfermera, era lo que tenía.
El enamorado de su cuidadora, una mujer más joven que él, casada y madre de tres hijos, estimula un conflicto en la familia de Marijana. Ella no correspondía a su amor; pero aun así, él quería ayudarla económicamente con los estudios de su hijo mayor y le ofreció su apoyo. Quizás no buscaba nada más que ayudar, tal vez quería sentir lo que siente un padre al ayudar a su hijo, aunque no lo fuera.
Aparece en su vida Elizabeth Costello y del mismo modo como Marijana no le correspondía con su amor al protagonista de la historia, él tampoco lo hacía con Elizabeth, una escritora ya entrada en años. Ella era para Rayment, lo que él quería superar, la decadencia, la falta de vitalidad, compartir eso no era amor ¿Por qué un viejo no se puede enamorar?, él quería la energía de la juventud, él quería disfrutar del amor.
El fotógrafo, un hombre viejo, sin una pierna; pero no por eso falto de ganas de amar, de compartir su vida con alguien a quien consentir, a quien desear sexualmente, con quien hablar y soñar. La vida va cambiando los cuerpos, los rostros, los deseos, un viejo no es un hombre muriendo, es una persona como cualquier otra.
El autor entra en el pensamiento de alguien que se encuentra en un momento de la vida en el cual una creencia tan errada de la vejez, puede hacer la vida desgraciada. El fotógrafo está acostumbrado a la belleza, a la estética; pero la belleza no solo es física, hay belleza que no es física, una que es más profunda.
¿Por qué pensar que la vejez es decadencia? Es un pensamiento que cualquier joven cambiará cuando llegue a viejo. Sentirse inútil, como si la vida fuera solo hasta los 60 años es una dura realidad social de estos tiempos. John Maxwell Coetzee, usa su pluma para adentrar al lector en la profundidad del hombre.
Coetzee, quien fuera distinguido con el premio Nobel de literatura en 2003, invita con su obra “Hombre lento” a preguntarse, entre otras cosas, ¿Qué es lo que hace humanos a los hombres? ¿Cuándo se pierde el privilegio de ser feliz? ¿En qué momento de la vida nos entregamos a la muerte? ¿Se pierden los derechos con la edad?
En este escrito expreso mis ideas y opiniones inspiradas en la obra escrita “Hombre lento” de J. M. Coetzee.