
Un dios virtual
Inteligencia artificial y religión parecen a priori dos cuestiones diferentes, incluso opuestas. Por empezar, la primera se relaciona con modernidad, y la segunda con la Edad Media. Sin embargo, estos dos polos no serían exactamente opuestos, a tal punto que un ingeniero acaba de desarrollar un Jesús virtual que recita una “nueva” Biblia.
Si Dios existe o no, o si Jesús vivió o es una figura mitológica, son debates que superan por mucho los alcances de esta nota. Lo que sí podemos afirmar es que existe un Jesús virtual que, por supuesto, aprendió la Biblia por completo. Pero eso no es todo: también “escribió” nuevas profecías y hasta tiene un mensaje para la Humanidad.
Se trata en verdad de un algoritmo inteligente entrenado con las escrituras bíblicas. Su nombre es AI Jesús, y ya habló sobre plagas y Apocalipsis, como no podía ser de otra manera. El algoritmo fue creado por George Dávila, ingeniero e investigador cuántico que también es CEO de Saviors.ai, una empresa dedica a la seguridad informática.
Dávila y su equipo le enseñaron a la inteligencia artificial (IA) a través del texto completo de la Biblia del rey Jacobo, una traducción publicada en 1611. Cuando el Jesús virtual aprendió todo lo necesario, se le pidió que escribiera predicciones sobre tres temas: la peste, César y el fin de los días.
Desde ya, el texto redactado por la inteligencia artificial no es perfecto, pero algunas partes tienen sentido y hasta son aterradoras. Una sección dice: “Oh, Señor de los ejércitos, Dios de Israel, cuando vieron al ángel del Señor sobre todos los hermanos que estaban en el desierto y los soldados de los profetas se avergonzaron de los hombres”.
Otra parte dice: “Y les dijo: Apartaos de él y ved la boca de toda remisión de la muerte que le llevarás una gran multitud de gente, y el botín de los malvados será lo mismo que en medio del mar, y el mar será el padre de los demonios”.
Aunque AI Jesús todavía debe perfeccionarse, es sin dudas otro ejemplo interesante de cómo la inteligencia artificial puede ser utilizada para interpretar y crear por sí misma. Y en especial, nos habla de los cada vez más estrechos lazos entre religión y virtualidad.
¿Las máquinas tienen alma?
Desde que en 1920 el escritor checo Karel Čapek publicó “R.U.R.”, una obra sobre un motín dirigido por una multitud de robots, la especulación sobre el futuro de las máquinas inteligentes ha sido territorio fértil para la ficción. Ahora, sin embargo, la inteligencia artificial ya no es puramente imaginaria, y las implicaciones de su desarrollo son de gran alcance. A medida que los científicos buscan sobrepasar los límites de las capacidades de la IA, las comunidades religiosas también debaten hasta dónde debe llegar este desarrollo y qué sucederá cuando se convierta en parte de la vida cotidiana.
A decir verdad, la inteligencia artificial ya está presente en todo el mundo: la vemos en el Siri del iPhone y en el Alexa de Amazon, aplicaciones diseñadas para responder preguntas. La inteligencia artificial es también parte del algoritmo que permite a Amazon sugerir productos a usuarios específicos. La IA actual es un código escrito para ayudar a los humanos a hacer trabajos específicos; se considera inteligente porque puede mejorar la forma en que realiza las tareas, recolectando datos sobre sus interacciones. Este proceso imperceptible es conocido como aprendizaje automático.
Por ahora, la inteligencia artificial es bastante débil y, por así decirlo, sumisa. Pero estamos apenas en los comienzos de su desarrollo, y el objetivo final, que sin dudas llegará algún día, es que la inteligencia artificial no se base solamente en hacer tareas y aprender de los errores, sino que replique la inteligencia humana. En ese momento, los límites entre humanos y máquinas se volverán difusos: si una máquina tuviera la capacidad de pensar como un humano, o si una máquina fuera capaz de tomar decisiones de forma autónoma, ¿debería ser considerada una persona? Esta es, básicamente, una cuestión religiosa. ¿Las máquinas son capaces de tener alma? ¿Podrán creer en su ser superior?
Las religiones del siglo XXI
En lo concreto, son varias las religiones que han logrado absorber de algún modo las innovaciones tecnológicas para mejorar o modificar aspectos religiosos. Los musulmanes, por ejemplo, tienen aplicaciones como Muslim Pro, con horarios para la oración diaria, notificaciones para la puesta del sol, y hasta una brújula que les indica el camino a la Meca. Otras aplicaciones ajustan los tiempos de ayuno durante el Ramadán.
De hecho, los musulmanes son la comunidad religiosa más conectada del mundo. El motivo es que la mayoría de los fieles son jóvenes de entre 16 y 30 años. Además, en los países musulmanes casi todos tienen un teléfono inteligente. Se estima que los palestinos, por ejemplo, tienen la misma cantidad de teléfonos que los alemanes, a pesar de las notables diferencias económicas.
Otro caso interesante es el del robot Peppa, un humanoide capaz de llevar a cabo rituales budistas. Con su vestimenta ceremonial, Peppa ofrece rituales fúnebres por menos de 500 dólares, mucho más barato que los más de 2000 dólares que cobra un sacerdote humano.
Por su parte, los católicos pueden bajar la aplicación Confession Chatbot, que sirve para interactuar con un, por así decirlo, bot religioso. La idea es confesarse frente a la inteligencia artificial y de esa manera eliminar los sentimientos de vergüenza y culpa que podrían surgir frente a una persona de carne y hueso.
Por supuesto que nada es Internet es anónimo, y toda la información brindada es aprovechada por algún grupo de empresas. Más allá de las creencias particulares, la religión 2.0 representa un negocio enorme al que las principales religiones deberán adaptarse si no quieren desaparecer.