
Trauma vicario: la relevancia de la sanación para los trabajadores clínicos
Quizás este sea uno de los tipos de trauma menos explorados debido a que los sujetos que lo sufren son, justamente, aquellos dedicados profesionalmente a intervenir en la ejecución de los tratamientos para sanarlo. Este post está dedicado al trauma vicario, en honor a todos los trabajadores de la salud física y mental que laboran en la primera línea de fuego de la guerra contra el Coronavirus.
De acuerdo con el American Counseling Association, hay varios nombres para referirse al término “trauma vicario”, todos ellos relacionados con el efecto que la actividad profesional relacionada al cuidado de otros tiene sobre los propios cuidadores. Algunos expertos lo llaman Estrés Traumático Secundario, otros, Victimización Secundaria. Puede que estos nombres bañen al concepto en sí de una luz negativa puesto que lo secundario puede comprenderse como un mal menor. Es posible que hasta la palabra “victimización” se interprete más como un grito por atención que por lo que realmente es, de auxilio.
Quizá uno de los sinónimos más cercanos sea Fatiga por Compasión. No obstante, puede que este también sea un poco confuso ya que la sensación de fatiga y sus síntomas se dan por la actividad reiterada. El cúmulo de tiempo laboral ininterrumpido es el que provoca fatiga en el profesional. Usualmente, puede solucionarse con la separación parcial o total del empleo puesto que este es el estresor principal; no obstante, el trauma vicario no se soluciona con tal facilidad, sino con terapia.
El costo de cuidar de otros puede ser extremadamente elevado para algunos profesionales dentro del campo dedicado a la sanación emocional y física. La exposición al trauma ajeno causa un efecto residual en quienes atestiguan el proceso de curación de los sujetos. Los psicólogos, terapeutas, psiquiatras, doctores pueden manifestar este tipo de trauma de dos formas: pueden evadir hablar o pensar sobre los eventos traumáticos de los cuales sus clientes les han conversado, o encontrarse en un estado de excitación constante.
Psychiatric Times explica que la cualidad de empatía, una característica fundamental para que los trabajadores clínicos se desempeñen efectivamente en su papel, y que, además, suele ser recurrente en la personalidad de quienes se abocan al cuidado de otros, es la que vuelve vulnerable a la persona. Los trabajadores pueden experimentar en carne propia los eventos traumáticos que sus pacientes comparten, aunque sufriendo efectos menos intensos puesto que no existen lesiones factuales. El trauma vicario produce cambios en la estructura interna del trabajador clínico, provocando una distorsión en la forma en cómo se percibe a sí mismo, cómo interpreta el mundo, cómo interactúa con otros e, incluso, alterando los recuerdos que guarda.
Este efecto puede describirse a través de la Teoría Constructivista del Autodesarrollo (CSDT por sus siglas en inglés), la cual califica el trauma como una disrupción en el proceso de desarrollo y adaptación, que altera a su vez cómo se comprende el conjunto de necesidades básicas del ser humano y su satisfacción. Si aplicamos dicha teoría a los trabajadores clínicos, entonces el riesgo que estos corren al presenciar la narración de los hechos traumáticos, el dolor que recordar produce, y el sufrimiento de revivir los eventos emocionalmente, es que haya una interferencia en la forma en que los trabajadores se adaptan a la exposición.
Un estigma poco reconocido
Aunque el trauma vicario es un problema ineludible dentro del campo de los trabajadores clínicos, uno de los motivos por los cuales se trata de un tema difícil de afrontar es porque existe un sentido de vergüenza, que proviene de la sociedad e, incluso, de otros especialistas en el campo, que presiona a los expertos en la curación del trauma a esconder y negar sus propios traumas.
Vice publicó un artículo al respecto, comentando sobre el trabajo de Carl Jung y Sigmund Freud. Se propone que el desempeño de los trabajadores clínicos se ve enriquecido por el autoreconocimiento de la necesidad del “curador” de curar. El concepto del sanador herido es poderoso ya que permite al trabajador conectar mejor con el paciente emocionalmente. Aún más, el proceso voluntario de recuperación por el que pasa el trabajador que admite su propio trauma puede serle útil para comprender cómo progresa el paciente.
El Journal of Humanistic Psychology alude que la combinación de experiencias crea un ambiente interno positivo en los trabajadores para interpretar situaciones y personas de forma multidimensional. Forbes exploró los beneficios que los trabajadores clínicos pueden disfrutar a lo largo de su experiencia profesional si aceptan íntegramente su propio trauma. El autoconocimiento es una de las herramientas más útiles con las que puede contar un experto en el campo de la salud mental.
Un trabajo de la Antioch University of Seattle reunió otros estudios. Dicho trabajo señala que cerca del 81% de los trabajadores clínicos tiene algún tipo de desorden de comportamiento, pero solo el 43% busca asesoría para mejorar su calidad de vida. Existe un estigma hacia los profesionales de la salud mental que admiten lidiar con sus propios traumas, lo cual repercute negativamente en su vida profesional.
Dicho estudio sostiene que una razón por la cual muchos trabajadores clínicos deciden no hablar sobre el trauma es porque no desean ser percibidos como incompetentes. Aparentemente, el imaginario colectivo supone que el trabajador clínico es inmune al trauma y que solo un ser libre de taras es capaz de contribuir en la transformación del individuo que asume el rol de paciente.
Por otro lado, muchos trabajadores no conocen los recursos disponibles para poder tratar, de forma específica, el trauma vicario. Desconocen cómo acceder a ellos y no pueden, por ende, resolver sus propios conflictos. Se requiere de un especialista estrechamente ligado con el proceso de trauma vicario para atender las necesidades de otros trabajadores clínicos que requieren de ayuda.
En la actualidad, poner en evidencia la realidad del trauma vicario es una necesidad puesto que, como comenta el diario Clarín en base a un artículo de The New York Times, este año va a dejar como saldo a un sin número de profesionales de la salud con serios rastros de estrés postraumático. Si no hacemos hincapié, como sociedad, en visibilizar el trauma que experimentan los trabajadores clínicos al presenciar el sufrimiento de los familiares de las víctimas del COVID, al tener que tomar la decisión de quitar un balón de oxígeno, al escuchar los episodios depresivos de los afectados, estaremos contribuyendo en la decadencia de nuestros sistemas de salud.
Jonathan Shay, autor de Aquiles en Vietnam, es un psiquiatra que acuñó el concepto de violar la propia conciencia. Este ultraje al que se someten voluntariamente las personas que trabajan en el campo de la sanación física y mental, no debe quedar impune. Hoy más que nunca, es importante garantizar un ambiente sin prejuicios y el acceso a los recursos necesarios para que nuestros profesionales clínicos puedan, también, sanar.
El texto anterior expresa mis ideas y opiniones inspiradas en
Vicarious Trauma en https://www.counseling.org/
Vicarious Trauma in Clinicians: Fostering Resilience and Preventing Burnout en https://www.psychiatrictimes.com/
Why Do Mental Health Professionals Need Therapy Themselves? en https://www.forbes.com/
Therapists Need Therapy, Too en https://www.vice.com/en
Distress among psychologists: prevalence, barriers, and remedies for accessing mental health care en https://www.semanticscholar.org/
Vicarious Trauma en https://www.goodtherapy.org/
Coronavirus en EE.UU.: El trauma psicológico que espera a nuestros médicos y enfermeras en https://www.clarin.com/