
Mario Molina, de México a la estratósfera
Este 7 de octubre falleció el gran Mario Molina, una de las mentes más brillantes de Latinoamérica. Entre otros logros, fue ganador del Premio Nobel de Química en 1995 por su descubrimiento de la amenaza mortal de los clorofluorocarbonos para la capa de ozono protectora de la Tierra. Pero no se conformó con ello y desde entonces dedicó su vida a combatir el cambio climático (y a convencer a políticos).
Nacido en la Ciudad de México en 1943, Mario Molina ya de joven demostraba su interés por la química: a una temprana edad realizó experimentos caseros con agua contaminada sólo por diversión. Pero Molina llegó a comprender la importancia política de su trabajo sobre la química atmosférica y el agotamiento de la capa de ozono, que le valió el Nobel en 1995, junto con Paul J. Crutzen y F. Sherwood Rowland.
Recibir esa sorpresiva llamada sorpresa desde Suecia cambió por completo la forma en que veía su papel en el mundo, según él mismo lo afirmó en una entrevista de 2016. Sintió la responsabilidad de compartir ampliamente sus conocimientos sobre energía limpia, calidad del aire y cambio climático, y de presionar a los responsables de la toma de decisiones para que utilicen esa información y de una vez protejan el medio ambiente.
Los motivos del Nobel
Como postdoctorado en la Universidad de California, Molina colaboró con el Dr. F. Sherwood Rowland en un trabajo publicado en Nature en junio de 1974, en el que proponía que los clorofluocarbonos (CFC) aparentemente inertes (liberados de aerosoles, refrigeradores y acondicionadores de aire, y muchos otros productos) se elevaban a la atmósfera y destruían la delgada capa de ozono estratosférico que nos protege de la peligrosa radiación ultravioleta del sol.
El ozono es una variante inestable del oxígeno: tres átomos de oxígeno unidos en lugar de la molécula de dos átomos que respiramos. En la estratósfera, a unos 10 kilómetros por encima de la Tierra, la radiación UV crea de forma constante moléculas de ozono a partir del oxígeno, y luego rompe esas moléculas de ozono para convertirlas en oxígeno. Si estamos seguros aquí abajo es porque esas reacciones del ozono absorben la mayoría de los rayos UV e impiden que lleguen a la superficie terrestre.
Molina y su compañero descubrieron que los átomos de cloro en los CFC podían alterar el equilibrio estable de la formación y destrucción del ozono y erosionar el escudo de ozono. El aumento de la producción de CFC significaría grandes pérdidas de ozono, más radiación UV que llegaría a la superficie terrestre, más cáncer de piel y una gran cantidad de impactos peligrosos para la salud y el medio ambiente.
Aire puro y prosperidad
Mucho antes de que el mundo hablara sobre el asunto, Molina ya pensaba que el cambio climático era el mayor problema del mundo. Su investigación fue fundamental para impulsar la negociación del Protocolo de Montreal de 1987, un tratado internacional que prohibía efectivamente los fluorocarbonos. Comprendió también que el problema ambiental es mundial y que lo que sucede en China o en los Estados Unidos afecta también a México.
Después de una larga carrera en el mundo académico, Molina y su esposa Luisa fundaron el Centro Mario Molina en 2005, un centro mexicano dedicado a la investigación ambiental y a la política pública. Los Molina advirtieron sobre la contaminación en América Latina, pero también entendieron el papel de la economía en la protección del medio ambiente. Por lo tanto, también trabajaron con economistas mexicanos para abordar las preocupaciones de que la energía verde perjudicaría la prosperidad.
A través de su organización, Molina promovió la cooperación entre los científicos, el gobierno, la industria y la sociedad civil hasta 2013, cuando el entonces presidente mexicano Enrique Peña Nieto lo designó para dirigir el Sistema Nacional de Cambio Climático del país.
Cuando estalló la pandemia de COVID-19, fue uno de los primeros y más firmes defensores de los tapabocas y se horrorizó de que los presidentes tanto de México como de los Estados Unidos se negaran a usarlas. Dijo que el gobierno debería “forzar el uso de las máscaras faciales… porque sólo así sabemos que la curva puede ser aplanada”.
Pero ese no sería su único enfrentamiento con los poderosos del mundo. Molina se pronunció en contra de la negación del cambio climático por parte de la administración Trump, el abandono del Acuerdo de París y los retrocesos regulatorios. “El mensaje que están enviando al resto del mundo es que no creen que el cambio climático sea grave. Es chocante ver tal grado de ignorancia de los Estados Unidos”, dijo Molina.
En agosto de 2020, Molina también se enfrentó con las políticas del actual presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, quien es como el Presidente Trump en la defensa de la industria de los combustibles fósiles e ignora el cambio climático. En cambio, el ex asesor climático de Barack Obama consideró a Molina como “uno de los más importantes contribuyentes a la protección del clima en la historia del mundo”.
Más allá de los contextos políticos, la obra y el legado político de Molina continuarán prevaleciendo sobre los que niegan el cambio climático. Su verdad es una verdad científica, una realidad que debemos enfrentar, y como él habrá miles que sigan su camino para llevar bien alto la bandera de la ciencia latinoamericana y del mundo entero.
El texto anterior expresa mis ideas y opiniones inspiradas en
Nobel Laureate Who Proved Danger of CFCs Dies at 77, en https://www.newser.com
Mario Molina, Mexico chemistry Nobel winner, dies at 77, en https://abcnews.go.com
Mexican Nobel Prize winner Mario Molina dies, en https://www.laprensalatina.com