
Un futuro de terror
Ya todos lo sabemos: la industria cinematográfica fue, sin dudas, una de las más golpeadas por la pandemia. Las salas cerraron, las producciones se detuvieron, y muchos quedaron sin trabajo. Lo que todavía nadie sabe es cuál será el efecto a nivel creativo. En ese sentido, es probable que el cine de terror se convierta, una vez más, en un signo de los tiempos.
El género de terror es a menudo menospreciado, o no tenido demasiado en cuenta. Jamás una película “de miedo” ganó un Oscar, por ejemplo. Y cuando se premia al género, como en el caso de “El Silencio de los Inocentes”, se habla de thriller y no de terror. Los mismos fanáticos del género suelen no tomarse en serio la cuestión. Pero eso viene cambiando hace ya varios años, con una generación de directores talentosos capaces de tomarse al terror como un género importante.
No sería extraño entonces que, luego de la pandemia, el terror tome un nuevo impulso, tal vez el definitivo, el que lo coloque en el sitio que en verdad se merece: el de uno de los géneros más cinematográficos y originales que existen. Más allá de los sustos y la sangre, el cine de terror nos trasmite como ningún otro la verdadera potencia del cine.
También es cierto que el cine de terror suele estar influenciado por el estado general del mundo. Por ejemplo, cuando la generación de los ‘50 entró en crisis y comenzó a cuestionarlo todo, incluso su fe religiosa, allá por la década del ‘60, entonces se volvieron populares cintas como “El Bebé de Rosemary” y “El Exorcista”, dos obras maestras del género.
Y cuando Charles Manson tiñó de sangre a Hollywood y se desató la guerra de Vietnam, surgió el subgénero del slasher, encabezado por “La Masacre de Texas”, quizás la mejor de todas. Más recientemente, luego de la presidencia de Obama y con el surgimiento de la derecha que lideró Trump, el cine norteamericano dio lugar a otra joya: “Get Out”, película que cuestiona el lugar de los afroamericanos no sólo en la sociedad toda, sino también dentro del género.
Por lo cual no resultaría extraño que la pospandemia provoque una nueva ola de cine de terror, tal vez incluso en subgéneros no tan obvios. Es decir, uno podría esperar que las películas de zombies o virus mortales sean el vehículo perfecto para lidiar con las consecuencias del COVID-19. Sin embargo, a veces las cosas no son tan claras. Quizás sea otro subgénero el que mejor proyecte nuestros miedos, como el slasher, perfecto para retratar una amenaza latente y el encierro de la gente “normal”.
¿El regreso de los slashers?
Los slashers (esto es, películas de asesinos que acechan adolescentes) surgieron en la década del ‘80, bajo el gobierno de Ronald Reagan. Sin embargo, el subgénero siguió siendo popular en las décadas siguientes. El especialista Sotiris Petridis clasifica a los slashers en tres etapas diferentes: la clásica (1974-1993, “Black Christmas”, “Halloween”), la autoreferencial (1994-2000, “New Nightmare”, “Scream”), y la neoslasher, de 2000 a 2010.
Es probable que la próxima etapa sea a partir del 2021, luego de la pandemia. El miedo y la omnipresencia del coronarivus es bastante similar a un Freddy Krueger acechando hasta en los sueños. A los asesinos de las películas no les importa lo agradable que sean nuestros vecindarios, y al COVID tampoco. Podría estar en cualquier lugar, y es más poderoso que nosotros, lo que también es el aspecto más aterrador de los slashers.
Según la investigadora Kara M. Kvaran: “En las películas de slasher, las trampas y protecciones de la sociedad moderna sólo crean una ilusión de seguridad; al final, todo el mundo está a merced de fuerzas imparables”.
La relación VIH-COVID
No es casual que el slasher surgiera en los ‘80. Es la época de la paranoia, y en especial del surgimiento del SIDA, un virus que alteró los comportamientos sexuales y que hasta el día de hoy nos amenaza. La diferencia es que en los ‘80 no se sabía nada sobre él, y su sola presencia, al igual que un asesino del slasher, mezclaba dos tópicos aparentemente opuestos: el sexo y la muerte.
Aunque el COVID no comparte los mismos estigmas que el SIDA, la confusión general es similar a algunos de los temores que alimentaron el horror de hace 40 años. En el 2017, el escritor LGTBQ+ Aaron Lecklider dijo: “Si las generaciones anteriores de jóvenes homosexuales habían asociado el sexo con la ansiedad por la soledad o el rechazo social, nuestra sexualidad en la década de 1980 surgió junto con un miedo palpable a la muerte (por contraer el VIH/SIDA)“.
Se podría argumentar que los slashers tienen la responsabilidad de proporcionar un escape seguro a sus audiencias, así que ¿por qué no ocurriría lo mismo en la pospandemia? El cine de terror tiene una función social: liberarnos de nuestras pesadillas más oscuras. Por eso es que vamos al cine a asustarnos. La seguridad que nos brinda una sala a oscuras, a salvo y junto a otros, sirve de catalizador para enfrentarnos a una realidad acuciante.
Resta ver, entonces, qué ocurrirá con la industria cinematográfica en los próximos años. Pero a nadie debería sorprenderle si las películas de terror, probablemente slashers, surgen como una forma de liberarnos de una de las experiencias colectivas más traumáticas de la Historia.
Fuentes
Scientists label ‘morbidly curious’ horror fans the calmest in a post-pandemic world!, en https://www.wionews.com
Why cinema will survive the coronavirus pandemic, en https://www.marketwatch.com
Eat the Rich: Pandemic Horror Cinema, en https://journals.openedition.org