
Fernando Pessoa: poesía completa

“Hay metafísica de sobra en no pensar en nada.
¿Qué pienso yo del mundo?
¡Qué sé yo qué pienso del mundo!
Si enfermase, pensaría en eso.
¿Qué idea tengo de las cosas?
¿Qué opinión tengo de las causas y de los efectos?
¿Qué he meditado sobre Dios y el alma
y sobre la creación del mundo?
No lo sé. Para mí pensar en eso es cerrar los ojos
y no pensar. Es correr las cortinas
de mi ventana (que no tiene cortinas)”
Hablar de Fernando Pessoa es hablar de un mundo aparte contenido en un solo autor, o mejor dicho en varios. Es que Pessoa, uno de los grandes poetas del siglo XX, es conocido por su extraordinario uso de los heterónimos. Pessoa no es sólo Pessoa, sino también Alberto Caeiro, Alexander Search, Álvaro de Campos, Bernardo Soares y Ricardo Reis. Y cada uno de ellos tiene no sólo un estilo propio, sino también una filosofía de vida que corresponde a ese estilo literario. Por lo tanto, la obra de Pessoa es inmensa, riquísima y transformadora, casi inabarcable. Al mismo tiempo sus poemas son, en general, sencillos de comprender, especialmente los de Alberto Caeiro, a quien corresponde el fragmento al comienzo de este artículo.
¿Por qué Pessoa tenía tantas personalidades al escribir? Según sus propias palabras, “fingir es conocerse a sí mismo”. Y en uno de sus poemas escribió: “qué idílica sería la vida si la viviera otra persona”. Allí hay dos claves para entender los heterónimos de Pessoa, pero también en una cuestión que cualquier escritor o lector asiduo entenderá: la literatura se trata, en gran parte, de cuestionar e indagar en la identidad. ¿Quiénes somos? ¿Por qué Pessoa es Pessoa y no Reis? En el ejercicio literario, uno de los placeres más grandes es perderse en el otro, ya sea un personaje, un autor, o una historia. La, por así decirlo, magia de la literatura consiste precisamente en suspender todo cinismo para darle sitio al pensamiento poético, a la estética de la ficción. Nosotros, como lectores, aceptamos ser otros. Y también como escritores.
Es natural, entonces, que Pessoa utilizara sus alter ego para fundirse en una escritura más rica, más interesante y dialéctica. Sin embargo, la literatura de este poeta portugués no es un mero descenso al yo, sino fundamentalmente un medio de escape. A menudo, dentro del mundo artístico se suele menospreciar al escapismo, se dice que el puro entretenimiento vacuo no conduce a nada importante. Pero la literatura, y la ficción en general, posee la gran virtud de hacernos olvidar para recordar. Cuando escapamos, ¿de qué escapamos? ¿De la realidad? ¿A qué llamamos realidad si no a un conjunto de malentendidos? Escapar no es distraerse, más bien es volver a conectar con lo importante.
Pessoa decía que, entre sus heterónimos, él era el menos real y convincente. La construcción de nuestro yo está determinada, también, por un conjunto de malentendidos. Somos quienes nos dijeron que debíamos ser. Somos la construcción que hicieron de nosotros. La literatura tiene como función deconstruirnos para volver a construirnos. “Subsisto como una especie de medio de mí mismo, pero soy menos real que los otros, menos sustancial, menos personal, y fácilmente influenciable por todos ellos”, decía Pessoa.
La vida del hombre con varios nombres
La biografía de Pessoa es más bien escasa en cuanto a datos. Se sabe que nació el 13 de junio de 1888 en Lisboa, donde vivió hasta los siete años. Dos años antes, su padre murió de tuberculosis, y seis meses más tarde murió su hermano más pequeño. Su abuela paterna sufrió ataques de locura que la llevaron a varios hospitales psiquiátricos. Tras la muerte del padre, su madre se volvió a casar y la familia se trasladó a Sudáfrica. Para entonces, el pequeño Pessoa ya sabía leer y escribir.
Más tarde, al recordar su infancia, Pessoa escribió que “cualquier nostalgia que siento es literaria; recuerdo mi infancia con lágrimas, pero son lágrimas rítmicas, en las que ya se está formando la prosa“. Ya en 1905, regresó a Lisboa para asistir a la universidad y no volvería a salir de la ciudad. Aunque abandonó los estudios luego de dos años, se educó a sí mismo al recluirse en la Biblioteca Nacional para leer literatura, historia, religión y filosofía. Comenzó a escribir cuentos, algunos de ellos bajo el nombre de “David Merrick”.
A partir de entonces, a Pessoa nada le importó más que la literatura. La vida real, para él, no tenía importancia: “Siempre he pertenecido a lo que no está donde estoy y a lo que nunca podría ser; lo único que le pedí a la vida es que pasara sin que yo la sintiera“. Esta forma de la evasión, fundamental en su literatura, se ve quizás mejor reflejada en la obra de Alberto Caeiro, cuyos poemas deberían ser el punto de partida para quien desee aventurarse en el mundo literario del escritor portugués.
Caeiro es una especie de Walt Whitman al extremo. Un poeta de la naturaleza, pero que no la analiza ni la compara metafóricamente, sino que anhela vivir dentro de ella, ser parte de un árbol en vez de contemplarlo. Los poemas de Caeiro son, muchas veces, respuestas a la idea generalizada sobre la poesía y los poetas, pero no solamente: es, antes que nada, una postura filosófica en contra de cualquier postura filosófica.
“Lo esencial es saber ver,
Saber ver sin ponerse a pensar,
Saber ver cuando se ve,
Y no pensar cuando se ve,
Ni ver cuando se piensa”.
En esas palabras de Caeiro, el poeta conocido como Fernando Pessoa resume gran parte de su labor como escritor y artista, pero en especial su visión de la existencia. La escritura también se trata de saber ver cuando se ve y no pensar cuando se ve. Porque, en definitiva, en un siglo XX dominado por la razón y el análisis, lo que Caeiro nos dice, sin decirlo ni pensarlo, es que debemos escapar para perdernos en lo que nos rodea y volver a ser quien nunca fuimos.